Hace un siglo comenzaba la Primera Guerra Mundial. Al final de la misma, Europa observaría con pavor el triunfo del fascismo y del comunismo. La crisis económica y social de la
posguerra, unida a la Gran Depresión, supuso el caldo de cultivo ideal para la
radicalización política, para que el pueblo buscase la solución a sus problemas
en estas ideas extremistas y abrazase ciegamente sus propuestas.
Cien años después podemos
observar con perspectiva todo lo sucedido. Cien años después somos capaces de ponderar
el terrible daño que hicieron los radicalismos políticos. Cien años después
vemos que fueron las democracias quienes salvaguardaron el mundo que a día de
hoy conocemos.

Hemos de aprender de estos
ciclos. Al igual que la crisis económica ha hecho que reformemos y mejoremos
nuestro sistema financiero, la crisis social e institucional debe servir para optimizar
nuestro sistema social y nuestras
instituciones públicas. Debemos seguir puliendo y mejorando nuestro sistema democrático, debemos modernizar
la democracia interna de nuestro partido, debemos ser más cercanos, más
representativos, más eficaces y más transparentes. En estos tiempos es
necesaria una nueva regeneración política.
Es indispensable continuar
avanzando en nuestro camino en la democracia, camino en el que este tipo de partidos
extremistas no ayudan a continuar hacia delante, sino que entorpecen este avance. Recordemos
nuestra historia y aprendamos de ella, porque como bien decía Jorge Santayana: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Secretario de Redes Sociales de NNGG Oviedo